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Se dice que en los tiempos antiguos, en lo que hoy es la parroquia Anconcito, no existía cementerio para sepultar a los difuntos, por lo que los cadáveres se trasladaban a pie a Santa Elena sobre los hombros de amigos y familiares.

A la mitad del camino había un árbol de guasango muy corpulento que brindaba su acogedora sombra a los caminantes. Allí descansaban y se servían los alimentos preparados para la travesía, razón por la cual recibió el nombre de «El guasango hambriento»; estos alimentos consistían en pescado, plátano verde o maduro, asado o hervido. Esta comida recibía el nombre de tonga, y hacia que los caminantes recuperaran energía para su viaje que duraba casi 20 horas, ya que en esos tiempos solo se contaba con trochas por donde solo pasaba una persona.

Los acompañantes del difunto ademas iban provistos de picos y palas para cavar el hueco donde seria enterrado el muerto; para luego iniciar su camino de regreso.

Matilde Reyes del Pezo (1925)
Recogido por Maria Alvarez y Sol Damerval en Mitos y leyendas de la Peninsula de Santa Elena. MITOS Y LEYENDAS DE ECUADOR.

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