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Por Hugo Calle Forrest


“Cuando era niña, hacía rápido las tareas para salir al portal de mi casa y jugar con mis amigas, jugábamos a las cogidas, a la rayuela o a las corridas. Eran juegos sanos, y nos divertía muchísimo. Ahora ya los niños no juegan así. Mis nietos se pasan horas de horas con esos videojuegos, frente al televisor o computadora. Muchas veces solos, otras veces en compañía. No me gusta que jueguen mucho porque veo que son juegos de peleas en la mayoría y siento que hacen brusco. Los juegos de antes han desaparecido” nos comenta Victoria Cadena, de 82 años con tres nietos.

Esta preocupación que siente Doña Victoria, la comparte muchos ecuatorianos e instituciones culturales del país que han desarrollado actividades de gestión educativa y cultural a través de exposiciones, muestras, conferencias y documentales para recuperar nuestra memoria colectiva y evitar que los juegos tradicionales desaparezcan. 

Los juegos tradicionales son ejercicios recreativos o pasatiempos que están sometidos a reglas que se transmiten de generación en generación, en la cual se gana o se pierde, pueden ser específicos o no, pero sí propios de un lugar determinado, y cuyo origen se remonta a tiempo muy lejanos. 

Los juegos tradicionales forman parte del patrimonio cultural intangible, por la transmisión vía generacional de la memoria colectiva que identifica a una región, pues están ligados a su historia, cultura y tradición. En algunas regiones del mundo con el pasar del tiempo, los juegos tradicionales se han convertido en deportes autóctonos relacionados con la tradición cultural. 

El trompo

La costa ecuatoriana como el resto del país presenta una variedad de juegos tradicionales urbanos o rurales que pueden ser rescatados y difundidos por nuestros gestores culturales como la perinola, la rayuela, los trompos, las cuartas, los cocos, el saltar la cuerda, la bomba, los pepos, volar cometas, palo encebado, la soga, las cocinaditas, los ensacados, el torneo de cintas, el juego de los piropos, el juego de zancos, el jugo de la cebolla, entre otros que no necesitan de materiales costosos pues muchos de ellos pueden ser hechos de forma artesanal. 

En algunos países extranjeros como España, incluso se han levantado espacios culturales que rescatan este patrimonio cultural, como el Museo de Juegos Tradicionales de la localidad de Campo, municipio de la Provincia de Huesca, ubicado en la región autónoma de Aragón. Este museo surge con el objetivo de investigar, conservar y difundir una parcela del patrimonio cultural en trance de desaparición o modificación. Presenta la originalidad de ser un museo que reconstruye la sociedad tradicional a través del ocio, muestra cómo se divertían hombres, mujeres y niños del mundo rural. Cuenta con un fondo de alrededor de dos mil piezas pertenecientes a 150 juegos, fondo que se continúa incrementando con donaciones provenientes de muy diversos puntos de la geografía española y europea. Una parte importante de la colección corresponde a juegos aragoneses, pero el museo cuenta con una nutrida representación de otras comunidades autónomas y de otros países europeos, como Francia, Bélgica o Inglaterra. 

En nuestro país aún no contamos con un museo de juegos tradicionales como tal, sin embargo, ciertos museos de estilo de vida como el Parque Histórico Guayaquil, localizado en Samborondón, podrían ser muy bien adaptados para exponer nuestros juegos tradicionales en forma permanente con una museología y museografía recreativa, puesto que se han sido expuestos sólo como programas culturales de corta duración. El rescate, difusión y puesta en valor de los juegos tradicionales no sólo conlleva al robustecimiento de nuestra identidad cultural, recuperación de nuestra memoria colectiva como patrimonio cultural intangible, sino también se presenta como un recurso y actividad lúdica-recreativa necesaria para todos los seres humanos, pues por el sólo hecho de ser un juego es una herramienta útil para desarrollar capacidades motoras, intelectuales y afectivas, que requieren del tiempo y espacio que nosotros le podemos dar.

FUENTE: El Costanero
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